La mayoría de
bancos centrales buscan una inflación baja pero positiva. Una
inflación excesiva es mala, Portugal muestra una inflación moderada
(más del 10% ) lo que convierte a sus empresas en menos competitivas
y disminuye sus exportaciones. Pero más peligroso es aún caer en
deflación ya que provoca crisis económicas de larga duración,
desempleo y es muy complicado para los responsables económicos de
un país salir de las “espirales deflacionistas”.
El
gasto público en educación está muy igualado en los países de
Europa occidental, sin embargo en el capital utilizado
en inversiones I+D+i hay mayor diferencia, reduciéndose en los
países más al sur (España, Portugal, Italia). Entrar en mercados
tecnológicos o competir con productos de gran valor añadido
requiere de personas de alta cualificación y de gran
especialización. Por tanto, la inversión en I+D no debe disociarse
de la inversión educativa, de lo contrario aparecería el término
tan utilizado de “fuga de cerebros”, personas de alta
cualificación, de las que su país no recuperará la inversión en
educación por no invertir en I+D+i provocando su emigración.
Pero,
¿qué ocurre en Irlanda? Este país tiene una alta inversión
en la educación de capital humano y muy poca en I+D+i, pero cuenta
con un PIB per cápita muy elevado y no se produce la “fuga de
cerebros” antes mencionada a diferencia de otros países.
¿Por
qué? Irlanda adoptó en los años 90 un tipo general del 12,5% en el
Impuesto de Sociedades, uno de los más bajos de Europa. Desde
entonces, su atractiva fiscalidad empresarial ha captado a miles de
empresas que han elegido dicha isla como centro de operaciones en el
continente siéndole innecesario invertir en I+D pues otros países
lo aportarían. El boom de las empresas tecnológicas ha sido
especialmente beneficioso para Irlanda. Al
factor fiscal y laboral, los más importantes, hay que sumar el
efecto clúster. Desde que Apple, aterrizó en Cork en 1980 (cuando
Irlanda todavía era uno de los países más pobres de Europa
Occidental) con solo 60 trabajadores, frente a los 5.500 actuales, el
aumento de empresas que optan por Irlanda no ha cesado. Google llegó
en 2004 con menos de 50 empleados; cifra que se ha multiplicado por
100 en 12 años. Y Facebook aterrizó en 2008 con solo una treintena
de personas en plantilla y hoy emplea a 1.000. En la capital, Dublín,
80 empresas de Silicon Valley se han erigido en uno de los
principales motores del empleo.
Esta
política fiscal desagrada a otros países de la Unión Europea pero
favorece a su conjunto y por ello no toman represalias contra la
isla.
Si
bien el aumento de las cifras de crecimiento del PIB tiene ventajas
para Irlanda como la disminución del déficit fiscal y de la deuda
del país cuando se les calcula como un porcentaje del PIB, dos
medidas que se usan para valorar la situación económica de un país,
también ha traído problemas como el aumento de las contribuciones
que Irlanda debe pagar a la Unión Europea, pues estas se determinan
por el tamaño del PBI de cada país.
En
el año 2015 la Oficina Central de Estadísticas (OCE) de Irlanda
reportó un crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) de país de
26,3%, algo que sorprendió a los analistas económicos de todo el
mundo (se trataba de una cifra récord) quienes consideraron que ese
crecimiento era irreal y que no se reflejaba en otros aspectos de la
economía irlandesa, consigna un artículo de la BBC.
Ciertamente, no es oro todo lo que reluce. Este porcentaje propio (y ni
siquiera) de países en vías de desarrollo, tiene más que ver con
las transferencias de activos de multinacionales estadounidenses (que
ahora sí se contabiliza en el PIB) que con lo que está sucediendo
sobre el terreno. Un despropósito así se resume en un dato: de
seguir creciendo a esa tasa, en 20 años su economía sería más
grande que la de China. “Desde ahora no podemos fiarnos del dato de
PIB”, subraya Oliver
Mangan,
economista jefe de AIB,
el segundo banco del país. “No refleja la actividad económica
real”, remarca Gabriel
Fagan, su homólogo en el Banco Central irlandés.